Casas y calles

AO111
Fideos (Calle Ramón y Cajal 5)

Se trata de la segunda experiencia industrial de Algímia, empezada sobre el 1840 de la mano de una mujer emprendedora, Rosa Güemes Marín, con una fábrica de fideos, la máquina de la cual la conservan los sucesores.
Aunque el siglo XIX valenciano no conoció ni una urbanización rápida, ni un crecimiento espectacular del sistema industrial, ni una pérdida significativa del peso económico de la agricultura; sí que puso en marcha un desarrollo concreto por medio del cual quemó etapas, basado en la formación de una agricultura dinámica y en el desarrollo de un peculiar proceso industrial.
Iniciada claramente en la década de los 60 del siglo XIX, la industria valenciana, surgida de su dinámica agricultura, se sostuvo por la demanda agraria y por una oferta abundante de mano de obra experimentada pero relativamente barata.
Con anterioridad, la agricultura y las obras públicas, principalmente el ferrocarril (pensado para llevar al litoral mediterráneo los cereales andaluces y castellanos), centraron las inversiones. Al mismo tiempo que se daba esta integración del territorio a través de la infraestructura viaria (ferrocarril, carretera, puerto); el aumento de la renta generada por la comercialización agraria llevó consigo la necesidad de unas industrias que favorecieron el crecimiento agrario: harineras, vinícolas y textiles fueron las primeras.
Y dentro de las primeras, harineras, y en concreto la producción de fideos, había muchas posibilidades de progreso: el coste del montaje era relativamente económico y el producto ofrecía numerosas ventajas: alto poder alimentario y fácil transporte y conservación.
Algímia contaba así con una industria temprana (unos 20 años anteriores a la tónica general), que alcanzaba una demanda no solo local sino también de poblaciones vecinas.
En esta casa se instaló esta actividad que llevará hasta los años 50 del siglo XX, con el matrimonio José Carreres Bayo i Juana Condomina Pérez. En ese momento, no solo los propietarios, sino cualquier vecino del pueblo y de las cercanías (hasta Sagunto o Alboraya) podía venir a hacérselos.